LA LLEGADA
17 de junio, viernes.
17 de junio, viernes.
Traslados:
- Valencia-Karlsruhe en avión.
- Aeropuerto de Karlsruhe-Villingen en coche.
Lluvia persistente.
Alojamiento imposible, "Hotel Touran" (Volkswagen Touran para ser exactos) y desayuno en la gasolinera de enfrente.
Jajaja...
"Pabernos matao"
**************
Es muy temprano y hace buen día. Nacho me recoge en casa, cargamos la bici en el coche y Paz, su mujer, nos acerca al aeropuerto. Estamos ilusionados como niños con zapatos nuevos y no conseguimos borrar la sonrisita gilipollas de la cara. Juan está de camino.
Cuando llega ya estamos facturando las bicis, nos abrazamos, saltamos como capullos y no paramos de decir tonterías. Como chiquillos. Foto de rigor (sacando cuernos), etc, etc...
A continuación tendremos la oportunidad de ver parte de los entresijos del aeropuerto ya que debemos empujar el carro con las bicis nosotros mismos hasta el montacargas que hay tras la linea de cintas de facturación. Para el que no lo sepa: cuando la señorita pone tu maleta en la cinta no pasan diez segundos antes de que se lleve la primera hostia.
Mientras esperamos que carguen las bicis en el montacargas escuchamos el comentario de un tipo, al que han hecho llevar él mismo sus palos de golf hasta allí, que pide por lo más sagrado que no se los pierdan. Que si tienen que perder algo que pierdan a su mujer y a sus hijos pero los palos no.
Una vez todo facturado y con las manos libres, llamadas de última hora, sms, un café y a embarcar. Lo siguiente será, una vez más, el lamentable espectáculo que ofrezco en todo despegue: sudor frío, lágrimas rodando por mis mejillas, mirada extraviada, marcas de uñas en los reposabrazos y sensación de muerte inminente. Lo siento... tengo miedo a volar.
Sin novedad hasta Palma de Mallorca. Un vuelo perfecto y una atención exquisita. ¡Que aprendan otras compañías aéreas de mierda cómo hay que hacer las cosas!
En el aeropuerto de Palma, nada más poner el pie en la terminal, pues habia transbordo y tiempo de espera, nos sale un tipo del ascensor, montado en bici y completamente equipado sin faltarle "ni un perejil" como dice Nacho. Colores chillones, casco aerodinámico, gafas de espejo, equipaje completo... ¡En un cuarto piso! Y el tío se va rodando pasillo abajo... Increíble.
Anunciar aquí, como aviso a navegantes, que todas las alemanotas buenorras y rubias que esperábamos ver en este viaje las veríamos en este aeropuerto, porque después ya no vimos ninguna.
A todo esto Juan olvidó meter algo en sus alforjas y por no renunciar a ello viajó por media Europa, pasó dos controles de seguridad y llevó en la mano hasta Alemania ¡unas chancletas!
Pensábamos que Nacho era rarito porque en los dutty free de los aeropuertos le da por ponerse colonia, la que sea, pero el equipaje de mano de Juan eran ¡unas putas chancletas que olían como el culo! Jajajajaja. Vaya tres.
Cuando por fin llegamos a Karlsruhe, aeropuerto pequeño donde los haya, y una vez hubimos recogido bicis y equipaje, nos encontramos por fin con mi amiga Christine, a quien hacía tiempo que no veía y que tuvo el detallazo de venir a esperarnos.
Desde aquí un beso y un abrazo a mi gabacha favorita. Menos mal que vino porque lo primero que tuvimos fué un problema con el alquiler del coche y si no es por ella no se cómo hubieramos salido del embrollo. Mi alemán de andar por casa nos ha sido útil durante estos días y aunque he pasado por las fases de aclimatación, calentamiento, meseta rutinaria y clímax hospitalario, al desembarcar era poco menos que inexistente.
Resulta que habíamos reservado un monovolumen, un Volkswagen Touran, que estaba en la categoría de vehículos automáticos. Como no tenían ninguno disponible nos daban por el mismo precio un Mercedes automático, muy chulo, en el que no cabían las bicis. ¡A ver cómo le explico yo a aquel tipo que no quería un vehículo automático sino un vehículo grande, aunque fuera de cambio manual, a pedales o tirado por caballos!
Menos mal que Christine lo aclaró todo y encima pagó el café.
Tras despedirnos de ella localizamos unos contenedores donde tirar los embalajes, sacamos las bicis y sin montarlas las echamos al maletero y nos dirigimos, lloviendo casi todo el camino, hacia Villingen.
Llegar fue fácil, pero localizar la oficina donde devolver el coche nos costó un mundo porque, a pesar de contar con navegador, no dábamos con el sitio. Así que se hizo tarde.
Una vez localizada la oficina y a la vista de que estaba cerrada, decidimos que lo mismo era tirar las llaves en el buzón en ese momento que tres horas más tarde y decidimos hacer uso del vehículo hasta encontrar alojamiento. Menos mal.
Primer escollo. ¿Alojamiento? ¡Ni de coña!
Lo primero (y único) que encontramos fue un hotelucho de mala muerte donde un viejo malcarado nos pidió con todo el morro 44 euros por persona, sin desayuno, por pasar la noche. Obviamente, como aún no sabíamos lo que no tardaríamos en averigüar, le dijimos que era caro y nos piramos de allí.
Esa sería, lo que pasa es que no lo sabíamos, la mejor oferta que íbamos a encontrar esa noche pero como le habíamos dicho, muy dignos, que por ese precio ni de coña, tendríamos que apechugar con las consecuencias de nuestra decisión. Eso, en España, se llama "vergüenza torera" y los alemanes no saben lo que es.
Dedicamos el resto de la tarde a buscamos inútilmente alojamiento. Y digo inútilmente porque nuestra búsqueda fue eso... inútil del todo.
Resulta que en la zona celebran por todo lo alto no se (ni me importa) qué fiestas de su calendario religioso (Pentecostés o el Corpus, o lo que sea), los niños no van al cole, la gente tiene vacaciones, y todos los hoteles que encontramos estaban completos.
En España cuando llegas de noche a un hotel y este está completo, en recepción suele haber un fulano aburrido y medio dormido delante de la tele, que te dice que va a ser que no pero quizá te de alguna información útil que te permita encontrar alojamiento en otro sitio. Allí no.
Lo que encontramos fueron hoteles cerrados (pero a cal y canto) con el cartelito de "completo", la puerta cerrada y nadie en recepción. Ya puedes hacerle sangre al timbre que allí no abre ni dios.
Tras un largo peregrinar por Villingen, de hotel en hotel, solicitando la ayuda de los nativos, y ante lo infructuoso de nuestra búsqueda, decidimos cenar en un kebab (puesto que las penas con pan son menos) y optamos por alojarnos, con gran pesar y resignación, en el hotel Touran.
¡La primera... en la frente!
ETAPA 1ª
18 de junio, sábado.
Primer día de bicicleta.
Villingen-Donaueschingen, aproximadamente 17 km., para situarnos en el punto de inicio, la fuente del Danubio (Donauquelle).
Donaueschingen-Fridingen a.d. Donau. 52 km.
Parada y fonda en Hotel Sonne, habitación triple sin ducha. Desayuno supercojonudo, el mejor de nuestra estancia en Alemania.
Después de la agitada tarde anterior y nuestra accidentada llegada a Villingen, donde por fin encontramos la oficina de Europcar, buscamos inútilmente alojamiento hasta que finalmente nos tocó dormir, por no volver donde el viejo malcarado, en el hotel Touran.
Desayunados, con el traje de luces ceñido y las
monturas dispuestas emprendemos la marcha hacia Donaueschingen,
localidad donde oficialmente (o eso dicen) nace el Danubio y desde donde
se inicia la ruta del mismo nombre (Donauradweg).
El optimismo nos invade, las risas, las bromas y en general el buen humor nos acompañarán durante toda la jornada. Es posible que acabemos a navajazos entre nosotros, pero no será hoy.
Un poco perdidos al principio por fin conseguimos, gracias a la ayuda de una chica que paseaba a su perro, dar con el carril-bici que nos llevará a Donaueschingen. Ciclistas autóctonos con quienes nos cruzamos confirmarán más tarde que vamos por el buen camino.
A lo largo de los diecisiete o dieciocho kilómetros que nos separan del inicio "oficial" de la ruta atravesamos lugares mágicos, bosques donde la luz del sol no llega al suelo y nos rodea una atmósfera especial, y es que se nota que estamos muy cerca de la Selva Negra. Árboles del calibre y altura que vimos allí no los hemos vuelto a ver en los quinientos kilómetros siguientes, y mira que hemos cruzado bosques... Ahora lamento no haber hecho ninguna fotografía en esos primeros momentos.
Sin ningún contratiempo importante llegamos por fin a Donaueschingen, donde compramos unas cervezas, fiambre y algo de fruta en un supermercado y pan en la panadería de la esquina.
Llovizna mientras damos cuenta de nuestro particular almuerzo, en la misma puerta del supermercado, cuando llega un francés con una maquina singular con la que va a hacer el mismo recorrido que nosotros: un tándem americano carísimo acondicionado para una sola persona y su carga. Nos deseamos suerte mutuamente y marchamos en busca del Ayuntamiento (Rathaus), tras comprar nuevas provisiones para la comida.
Ese fue, al menos para mí, el comienzo oficial de la ruta. Y es que la fuente con los músicos (que resultó ser móvil) que había visto tantas veces en guías y blogs, dejaba de ser tan sólo una fotografía para convertirse en realidad. El sitio existía realmente y nosotros estábamos allí. Toma ya.
¡Con dos cojones!
A partir de aquí todo fue mucho más sencillo que
durante las horas previas porque desde este punto la ruta está
perfectamente señalizada y además ya podíamos contar con la inestimable
ayuda de los mapas de nuestra guía Esterbauer. Puesto que mi
cuentakilómetros se estropeó el primer día, cualquier referencia a
distancias que haga en adelante, (sin contar con el kilometraje extra
que pueda venir dado por la búsqueda de alojamiento, víveres, o el
capullo de turno que se ha perdido) está basada en las distancias
indicadas en los mapas de nuestra guía. Los kilómetros reales sin duda
son muchos más.
Salimos de Donaueschingen siguiendo, ahora sí, las numerosas indicaciones de la Donauradweg,
presentes en cada bifurcación o cruce a lo largo del resto del
viaje. Gran parte del trazado coincide, además, con uno de los múltiples
itinerarios europeos del Camino de Santiago, el que viene desde la
República Checa.
La lluvia, una lluvia ligera que no jode pero
molesta, nos acompaña a lo largo de casi toda la jornada, que transcurre
tranquila, yendo unas veces más cerca y otras más lejos, pero siempre
siguiendo el curso del río.
Si primero rodamos en campo abierto y entre cultivos de cereal, conforme nos acercamos a Geisingen observamos que el valle comienza a estrecharse y la masa forestal aumenta exponencialmente en ambas riberas, cubriendo por completo las laderas de las montañas. El paisaje que tenemos la oportunidad de disfrutar es como bálsamo para el alma y si uno escucha con atención podrá escuchar lo que piensa. Nada más.
Antes de llegar habíamos leído en infinidad de
ocasiones las excelencias de la red de vías exclusivas para ciclistas
existente en Alemania, pero de verdad que hay que verlo para creerlo. En
España he circulado por carreteras comarcales que ya quisieran tener
ese ancho y ese asfalto. El de la foto es un carril-bici tipo, ni ancho
ni estrecho, con buen firme, que deja paso en ocasiones, sobre todo al
internarse en masas boscosas, a caminos de tierra compactada muy bien
cuidados.
Ha sido un verdadero placer rodar en estas condiciones, con la calidad de una carretera pero sin la presencia de ningún tipo de tráfico rodado. Y si bien es cierto que en ocasiones hay que salvar algún repecho o una cuesta puntual, (pues haberlas "haylas") la etapa no plantea ninguna dificultad. Llano y cuesta abajo. El dia siguiente cambiará el cuento...
En diversas ocasiones hay que cruzar de una a la otra orilla, traspasando el antiguo "limes"
romano. Cerca de Immedingen cruzamos un par de puentes de madera
cubiertos, antiguos y ciertamente bonitos. En este me parece que se
habrá parado todo cristo a hacerse la foto porque ya lo había visto en más de un blog. Dentro hay una calavera con una inscripción que no pude
traducir en su totalidad pero que daba muy mal rollo.
Como era el primer día de ruta y no queríamos empezar
muy fuertes rodamos a ritmo de "Verano azul" cruzando pueblos y
pueblitos, todos ellos cortados por el mismo patrón: casas con tejados
muy inclinados e iglesias puntiagudas.
Si algo nos llamó la atención en esta primera jornada, que era sábado, fue que no vimos alma humana en ningún sitio, ni en la calle, ni en los jardines de las casas, saliendo de la iglesia, entrando en los bares ni en ningún otro sitio. Sólo vimos gente en bicicleta o corriendo, nada más. Los pueblos parecían totalmente deshabitados y sólo los coches aparcados o el humo de alguna chimenea (hacía frío) parecían indicar que allí vive gente. Y no uno ni dos, sino todos los pueblos por los que pasamos, alguno de ellos de cierto tamaño como Tuttlingen aparecían desiertos. Impresionante.
Aquí se volvieron a torcer las cosas. De verdad que
no es que tuviéramos mala suerte... pero las cosas no salían bien.
Resulta que en los dos o tres pueblos siguientes había sitios donde
alojarse... peeeeeeero casualmente era el festival de nosequé y estaban
todos llenos. ¡Joder!
En el siguiente ocurre otro tanto y un señor (no se si real o producto de mi imaginación) nos indica que podemos dormir in der Natur (en el campo). A todo esto el pueblo estará en fiestas, y de hecho se oye música, pero no se ve ni un alma por la calle. Seguimos ruta.
En el siguiente pueblo, Mühlheim, encontramos un grupo de cuatro personas (esta vez me consta que eran reales) y me paro a preguntar. Otra vez mala suerte... nuestro primer encuentro con un auténtico hijo de puta.
Se que el tío entendió perfectamente lo que le estaba preguntando pero no sé si porque obtenía con ello placer sexual o sólo por jodernos se dedicó a hablarme tan rápido como pudo, a su ritmo. Y debo decir, en atención a los alemanes cuyas madres no hacen la calle con asiduidad, que esto no es lo que abunda sino todo lo contrario.
A duras penas conseguía entender alguna de las indicaciones que me iba dando, regocijado como estaba el tío en su propia mala folla, hasta que mis compañeros le preguntaron, en perfecto castellano "si sabía cuántos kilos de serrín debía comerse un avestruz para cagar un tablón de quince metros".
Palabras mágicas. En ese momento la chica más joven se adelantó y nos dió algunas indicaciones válidas en un rudimentario "español" (que no era mejor que mi alemán), supongo que por vergüenza ajena.
Aproveché el momento para pedirle que le dijese al otro tipo, que resultó ser su padre, que lo que necesitábamos era ayuda, no que se burlasen de nosotros. No se si se lo dijo.
Puesto que ya nada teníamos que hacer allí seguimos
nuestro camino decididos a probar suerte en Fridingen y, en cualquier
caso, pernoctar allí aunque fuera en un parque. Como comenté antes, más
adelante viene una zona sin poblaciones en bastantes kilómetros y con el
río muy encajado entre las montañas, en un valle muy estrecho e íbamos
cara a la noche. Quizá no sea el paraje más adecuado para acampar en
caso de crecida y además no teníamos comida.
Los kilómetros que quedan transcurren en su totalidad bordeando una masa boscosa que queda a nuestra izquierda y siempre junto al río. El paisaje es espectacular y sólo se respira calma..
En Fridingen encontramos por fin un sitio donde no
está el cartelito de "completo" y, para nuestra sorpresa, cuando
llamamos al timbre, ¡nos contestan!
Como el tema "dialéctica en alemán por telefonillo" es de segundo curso y aún no lo hemos dado tenemos cierta dificultad en comunicarnos, así que la señora decide bajar y con ello acierta, puesto que cara a cara sí que conseguimos entendernos. Primero se hace la loca y nos dice que está el hotel lleno porque son no se qué fiestas (¿fiestas?) pero cuando insistimos nos ofrece una habitación con tres camas, lavabo, desayuno incluído... pero sin ducha. ¡Sin ducha!
No hay ducha en la habitación, no hay ducha en el pasillo, no podemos ducharnos en ningún sitio. ¿A quién se le ocurre alquilar habitaciones sin ducha en un hotel? ¡Que esto no es normal... señora!
Finalmente nos la quedamos, nos da la llave y guardamos las bicis en el garaje. No se sabe quien de los tres lleva más mierda encima y las alforjas tampoco están para presentarlas a un concurso. Metemos miedo.
La habitación es espaciosa, está limpia y cuenta con un lavabo en el que por mis huevos me voy a "duchar". ¡Ya lo creo!
Con un lavabo y una toalla de gamuza húmeda se pueden hacer maravillas por la higiene personal con poca agua y en poco espacio, mediante la técnica del "baño cheko", pero cuando has terminado con el pelo, el torso, la espalda, las partes pudendas y en general la parte alta del cuerpo viene lo más vistoso: meter un pie en el lavabo para proceder al lavado de las extremidades inferiores, o sea los pies o pieces (que buena falta les hacía a los pobres).
Nacho y yo fuimos discretos y para ejecutar esa operación nos pusimos unos gallumbos, pero cuando le tocó el turno a Juan (que no lo hizo) y llevó a cabo la misma maniobra con cierto desparpajo, Nacho y yo no pudimos reprimirnos ante la nefanda visión de su bolsa escrotal colgando y balanceándose. No tuvimos más remedio que cantarle aquella jota que reza: "a la jota, jota, de los perros perros // levantan la pata, se les ven los huevos".
Imaginad, queridos blogadictos, la escena. Nacho y yo deshuevados de risa mientras aquel nos lanzaba más maldiciones que la gitana del cuento. Y con los huevos colgando.
Si pasáis por Fridingen y os alojáis en el Hotel Sonne no hagaís caso de habladurías. No es que de noche se oigan voces de ultratumba... son nuestras carcajadas que todavía retumban entre aquellas cuatro paredes.
En Fridingen tampoco vimos más gente que la señora
del hotel y una "pareja" de moteros que llegaron, mientras guardábamos
las bicis, ladrando órdenes para que nos apartásemos y les dejásemos
aparcar. Debían pesar como doscientos cincuenta kilos cada uno y a fecha
de hoy, tras debatirlo en Consejo de Sabios, todavía no hemos decidido
quien era el chico y quien la chica. Los dos daban mucho miedo,
encuerados del todo, de riguroso luto.
Tras dar una vuelta por el pueblo mientras se liaba de nuevo a llover, pero con más ganas, debatimos acerca de la cena...
- ¿Donde vamos? ¿Al kebab o al kebab?
- También podríamos ir al kebab.
- ¿Que os parece si vamos al kebab?
- No, paso... Vamos al kebab.
Y al final decidimos ir al kebab. Segunda noche en Alemania. Segundo kebab.
Turcos e italianos son los únicos que curran en este país, por lo visto, puesto que no había nada más abierto. ¡Y eso que eran las siete de la tarde de un sábado en fiestas! ¡Guau! ¡Que ambientazo!
El resto de la jornada carece de interés: hacer unas fotos, llamar a la familia para así engrosar las arcas de operadores de telefonía tanto nacionales como extranjeros y pasear por el pueblo para bajar la cena.
Risas, más risas y como estamos cansados pronto a dormir, que al día siguiente hay que darle al pedal.
ETAPA 2ª
19 de junio, domingo.
Segundo dia de bicicleta.
Fridingen a.d. Donau-Riedlingen. 75 km.
ETAPA 3ª
20 de junio, lunes.
Tercer día de bicicleta.
Riedlingen-Ulm. 68 km.
ETAPA 4ª
21 de junio, martes.
Cuarto día de bicicleta.
Ulm-Dillingen. 768 escalones + 57 km.
ETAPA 5ª
22 de junio, miércoles.
Quinto día de bicicleta.
Dillingen-Stepperg (cerca de Neuburg a.d. Donau). 65 km.
ETAPA 6ª
23 de junio, jueves.
Sexto día de bicicleta.
Stepperg-Bad Gögging (cerca de Neustadt a.d. Donau). 65 km.
Resulta que habíamos reservado un monovolumen, un Volkswagen Touran, que estaba en la categoría de vehículos automáticos. Como no tenían ninguno disponible nos daban por el mismo precio un Mercedes automático, muy chulo, en el que no cabían las bicis. ¡A ver cómo le explico yo a aquel tipo que no quería un vehículo automático sino un vehículo grande, aunque fuera de cambio manual, a pedales o tirado por caballos!
Menos mal que Christine lo aclaró todo y encima pagó el café.
Tras despedirnos de ella localizamos unos contenedores donde tirar los embalajes, sacamos las bicis y sin montarlas las echamos al maletero y nos dirigimos, lloviendo casi todo el camino, hacia Villingen.
Llegar fue fácil, pero localizar la oficina donde devolver el coche nos costó un mundo porque, a pesar de contar con navegador, no dábamos con el sitio. Así que se hizo tarde.
Una vez localizada la oficina y a la vista de que estaba cerrada, decidimos que lo mismo era tirar las llaves en el buzón en ese momento que tres horas más tarde y decidimos hacer uso del vehículo hasta encontrar alojamiento. Menos mal.
Primer escollo. ¿Alojamiento? ¡Ni de coña!
Lo primero (y único) que encontramos fue un hotelucho de mala muerte donde un viejo malcarado nos pidió con todo el morro 44 euros por persona, sin desayuno, por pasar la noche. Obviamente, como aún no sabíamos lo que no tardaríamos en averigüar, le dijimos que era caro y nos piramos de allí.
Esa sería, lo que pasa es que no lo sabíamos, la mejor oferta que íbamos a encontrar esa noche pero como le habíamos dicho, muy dignos, que por ese precio ni de coña, tendríamos que apechugar con las consecuencias de nuestra decisión. Eso, en España, se llama "vergüenza torera" y los alemanes no saben lo que es.
Dedicamos el resto de la tarde a buscamos inútilmente alojamiento. Y digo inútilmente porque nuestra búsqueda fue eso... inútil del todo.
Resulta que en la zona celebran por todo lo alto no se (ni me importa) qué fiestas de su calendario religioso (Pentecostés o el Corpus, o lo que sea), los niños no van al cole, la gente tiene vacaciones, y todos los hoteles que encontramos estaban completos.
En España cuando llegas de noche a un hotel y este está completo, en recepción suele haber un fulano aburrido y medio dormido delante de la tele, que te dice que va a ser que no pero quizá te de alguna información útil que te permita encontrar alojamiento en otro sitio. Allí no.
Lo que encontramos fueron hoteles cerrados (pero a cal y canto) con el cartelito de "completo", la puerta cerrada y nadie en recepción. Ya puedes hacerle sangre al timbre que allí no abre ni dios.
Tras un largo peregrinar por Villingen, de hotel en hotel, solicitando la ayuda de los nativos, y ante lo infructuoso de nuestra búsqueda, decidimos cenar en un kebab (puesto que las penas con pan son menos) y optamos por alojarnos, con gran pesar y resignación, en el hotel Touran.
¡La primera... en la frente!
ETAPA 1ª
18 de junio, sábado.
Primer día de bicicleta.
Villingen-Donaueschingen, aproximadamente 17 km., para situarnos en el punto de inicio, la fuente del Danubio (Donauquelle).
Donaueschingen-Fridingen a.d. Donau. 52 km.
Parada y fonda en Hotel Sonne, habitación triple sin ducha. Desayuno supercojonudo, el mejor de nuestra estancia en Alemania.
Después de la agitada tarde anterior y nuestra accidentada llegada a Villingen, donde por fin encontramos la oficina de Europcar, buscamos inútilmente alojamiento hasta que finalmente nos tocó dormir, por no volver donde el viejo malcarado, en el hotel Touran.
Hotel "Touran" |
El
hotel Touran (Volkswagen Touran para ser exactos) no es muy espacioso
pero tiene amplias vistas, aire acondicionado, ducha (estaba lloviendo) y
servicios en el exterior, en el parque. Además está en la mismísima
puerta de la oficina de Europcar donde teníamos que devolverlo. ¡Que
casualidad!
Ya
era noche cerrada, llovía y hacía fresco. Previamente sacamos las bicis
del maletero, colocamos las ruedas delanteras de cualquier manera, con
una ventisca de mil demonios y medio empapados, y tras atarlas a un
poste maldiciendo en arameo nos fuimos a dormir dejándolas allí,
mojándose. ¡Miserables desagradecidos!
Un
afortunado durmió en los asientos traseros y los otros dos tratamos de
hacer lo propio en los delanteros. Ronquidos, pedos, tres pares de pies
en un espacio tan reducido, mojados y cansados como estábamos,
auguraban una noche muuuuuuuuy larga. Dad rienda suelta a vuestra
imaginación. La realidad siempre supera a la ficción.
Eso sí... no me he reído más en la vida.
A
las cuatro y media pasadas, ya amaneciendo, nos pusimos en marcha entre
bostezos y maldiciones. Montar correctamente las bicicletas, desembalar
las alforjas y colocarlas en su lugar, dejar el coche vacío y devolver
las llaves nos llevó un buen rato. Adiós al último lugar seco y seguro
de que disponíamos.
Un poco más tarde pudimos desayunar un café de calcetín (el café expreso allí es una rara avis)
y algunos bollos en la gasolinera de enfrente y nos cambiamos de ropa
en los lavabos. Una ducha era un lujo fuera de nuestro alcance esa
mañana.
Ahora sí que sí. Empieza Danubio 2011.
Preparados para empezar |
El optimismo nos invade, las risas, las bromas y en general el buen humor nos acompañarán durante toda la jornada. Es posible que acabemos a navajazos entre nosotros, pero no será hoy.
Un poco perdidos al principio por fin conseguimos, gracias a la ayuda de una chica que paseaba a su perro, dar con el carril-bici que nos llevará a Donaueschingen. Ciclistas autóctonos con quienes nos cruzamos confirmarán más tarde que vamos por el buen camino.
A lo largo de los diecisiete o dieciocho kilómetros que nos separan del inicio "oficial" de la ruta atravesamos lugares mágicos, bosques donde la luz del sol no llega al suelo y nos rodea una atmósfera especial, y es que se nota que estamos muy cerca de la Selva Negra. Árboles del calibre y altura que vimos allí no los hemos vuelto a ver en los quinientos kilómetros siguientes, y mira que hemos cruzado bosques... Ahora lamento no haber hecho ninguna fotografía en esos primeros momentos.
Sin ningún contratiempo importante llegamos por fin a Donaueschingen, donde compramos unas cervezas, fiambre y algo de fruta en un supermercado y pan en la panadería de la esquina.
Llovizna mientras damos cuenta de nuestro particular almuerzo, en la misma puerta del supermercado, cuando llega un francés con una maquina singular con la que va a hacer el mismo recorrido que nosotros: un tándem americano carísimo acondicionado para una sola persona y su carga. Nos deseamos suerte mutuamente y marchamos en busca del Ayuntamiento (Rathaus), tras comprar nuevas provisiones para la comida.
Ese fue, al menos para mí, el comienzo oficial de la ruta. Y es que la fuente con los músicos (que resultó ser móvil) que había visto tantas veces en guías y blogs, dejaba de ser tan sólo una fotografía para convertirse en realidad. El sitio existía realmente y nosotros estábamos allí. Toma ya.
¡Con dos cojones!
Rathaus |
Donauquelle |
Buscamos la Donauquelle,
la fuente donde se afirma que nace el Danubio, y nos hacemos las fotos
de rigor. Una placa indica la distancia que separa este punto del Mar
Negro: 2840 kilómetros. Es un momento especial para nosotros después de
lo que ha costado estar, por fin, aquí.
Mucho
ciclista acude allí con ánimo de hacer lo mismo, así como paseantes y
curiosos que más que la fuente quieren vernos a nosotros, que allí somos
los "guiris". Sigue lloviznando a ratos y hace frío.
A estas
alturas, casi antes de empezar, ya nos sentimos ridículos atando las
bicicletas cuando tenemos que dejarlas solas, puesto que hemos podido
comprobar que la gente deja las suyas en la calle y se van a hacer sus
cosas sin preocuparse. También hemos comprobado que el alemán es por lo
general educado, colaborador y aprecia el esfuerzo que hacemos por
tratar de comunicarnos en su lengua, que saben difícil.Nacho, Juan y Luis en la Donauquelle |
Señalización de la Donauradweg |
Si primero rodamos en campo abierto y entre cultivos de cereal, conforme nos acercamos a Geisingen observamos que el valle comienza a estrecharse y la masa forestal aumenta exponencialmente en ambas riberas, cubriendo por completo las laderas de las montañas. El paisaje que tenemos la oportunidad de disfrutar es como bálsamo para el alma y si uno escucha con atención podrá escuchar lo que piensa. Nada más.
Esto sí es un carril-bici |
Ha sido un verdadero placer rodar en estas condiciones, con la calidad de una carretera pero sin la presencia de ningún tipo de tráfico rodado. Y si bien es cierto que en ocasiones hay que salvar algún repecho o una cuesta puntual, (pues haberlas "haylas") la etapa no plantea ninguna dificultad. Llano y cuesta abajo. El dia siguiente cambiará el cuento...
¿Lo cualo de qué? |
Puente cerca de Immendingen |
Si algo nos llamó la atención en esta primera jornada, que era sábado, fue que no vimos alma humana en ningún sitio, ni en la calle, ni en los jardines de las casas, saliendo de la iglesia, entrando en los bares ni en ningún otro sitio. Sólo vimos gente en bicicleta o corriendo, nada más. Los pueblos parecían totalmente deshabitados y sólo los coches aparcados o el humo de alguna chimenea (hacía frío) parecían indicar que allí vive gente. Y no uno ni dos, sino todos los pueblos por los que pasamos, alguno de ellos de cierto tamaño como Tuttlingen aparecían desiertos. Impresionante.
Otro puente. |
Immendingen. Construcción típica |
Möhringen desierto (13:00 h) |
Möhringen |
A
la salida de Tuttlingen, y tras un breve episodio de tensión (el
primero de ellos) que afortunadamente no acabó a navajazos porque Juan y
yo teníamos navaja pero Nacho no y no hubiera sido justo, paramos a
comer.
Se
lo montan bien estos alemanes... De cuando en cuando, junto al camino,
hay dispuestos bancos y mesitas donde aplacar el hambre y descansar un
poco. Mientras estábamos en ello acertó a pasar por allí el francés del
tándem que conocimos por la mañana en Donaueschingen y paró un momento a
saludar. Parece que esa tarde debió llegar, según era su intención,
hasta Beuron, pues no volvimos a verlo.
Cerca de Tuttlingen |
Barajábamos
la posibilidad, ya que la lluvia iba y venía y habíamos pasado la
noche anterior en un coche, de buscar alojamiento en alguno de los
pueblos siguientes pero no más allá de Frindingen, puesto que a partir
de allí vienen bastantes kilómetros sin pueblos y con el río encajado en
la montaña, para dormir como bestias y ducharnos. Desde que salimos de
Valencia, como la cosa salió torcida la primera noche, no habíamos
tenido la oportunidad de hacerlo y empezábamos a oler "raro". No mal, sino distinto.
Stetten |
En el siguiente ocurre otro tanto y un señor (no se si real o producto de mi imaginación) nos indica que podemos dormir in der Natur (en el campo). A todo esto el pueblo estará en fiestas, y de hecho se oye música, pero no se ve ni un alma por la calle. Seguimos ruta.
En el siguiente pueblo, Mühlheim, encontramos un grupo de cuatro personas (esta vez me consta que eran reales) y me paro a preguntar. Otra vez mala suerte... nuestro primer encuentro con un auténtico hijo de puta.
Se que el tío entendió perfectamente lo que le estaba preguntando pero no sé si porque obtenía con ello placer sexual o sólo por jodernos se dedicó a hablarme tan rápido como pudo, a su ritmo. Y debo decir, en atención a los alemanes cuyas madres no hacen la calle con asiduidad, que esto no es lo que abunda sino todo lo contrario.
A duras penas conseguía entender alguna de las indicaciones que me iba dando, regocijado como estaba el tío en su propia mala folla, hasta que mis compañeros le preguntaron, en perfecto castellano "si sabía cuántos kilos de serrín debía comerse un avestruz para cagar un tablón de quince metros".
Palabras mágicas. En ese momento la chica más joven se adelantó y nos dió algunas indicaciones válidas en un rudimentario "español" (que no era mejor que mi alemán), supongo que por vergüenza ajena.
Aproveché el momento para pedirle que le dijese al otro tipo, que resultó ser su padre, que lo que necesitábamos era ayuda, no que se burlasen de nosotros. No se si se lo dijo.
Mühlheim desierto (15:45 h) |
Los kilómetros que quedan transcurren en su totalidad bordeando una masa boscosa que queda a nuestra izquierda y siempre junto al río. El paisaje es espectacular y sólo se respira calma..
Camino de Fridingen |
Como el tema "dialéctica en alemán por telefonillo" es de segundo curso y aún no lo hemos dado tenemos cierta dificultad en comunicarnos, así que la señora decide bajar y con ello acierta, puesto que cara a cara sí que conseguimos entendernos. Primero se hace la loca y nos dice que está el hotel lleno porque son no se qué fiestas (¿fiestas?) pero cuando insistimos nos ofrece una habitación con tres camas, lavabo, desayuno incluído... pero sin ducha. ¡Sin ducha!
No hay ducha en la habitación, no hay ducha en el pasillo, no podemos ducharnos en ningún sitio. ¿A quién se le ocurre alquilar habitaciones sin ducha en un hotel? ¡Que esto no es normal... señora!
Finalmente nos la quedamos, nos da la llave y guardamos las bicis en el garaje. No se sabe quien de los tres lleva más mierda encima y las alforjas tampoco están para presentarlas a un concurso. Metemos miedo.
La habitación es espaciosa, está limpia y cuenta con un lavabo en el que por mis huevos me voy a "duchar". ¡Ya lo creo!
Con un lavabo y una toalla de gamuza húmeda se pueden hacer maravillas por la higiene personal con poca agua y en poco espacio, mediante la técnica del "baño cheko", pero cuando has terminado con el pelo, el torso, la espalda, las partes pudendas y en general la parte alta del cuerpo viene lo más vistoso: meter un pie en el lavabo para proceder al lavado de las extremidades inferiores, o sea los pies o pieces (que buena falta les hacía a los pobres).
Nacho y yo fuimos discretos y para ejecutar esa operación nos pusimos unos gallumbos, pero cuando le tocó el turno a Juan (que no lo hizo) y llevó a cabo la misma maniobra con cierto desparpajo, Nacho y yo no pudimos reprimirnos ante la nefanda visión de su bolsa escrotal colgando y balanceándose. No tuvimos más remedio que cantarle aquella jota que reza: "a la jota, jota, de los perros perros // levantan la pata, se les ven los huevos".
Imaginad, queridos blogadictos, la escena. Nacho y yo deshuevados de risa mientras aquel nos lanzaba más maldiciones que la gitana del cuento. Y con los huevos colgando.
Si pasáis por Fridingen y os alojáis en el Hotel Sonne no hagaís caso de habladurías. No es que de noche se oigan voces de ultratumba... son nuestras carcajadas que todavía retumban entre aquellas cuatro paredes.
Fridingen desierto (18:45 h) |
Construccion típica (Fridingen) |
- ¿Donde vamos? ¿Al kebab o al kebab?
- También podríamos ir al kebab.
- ¿Que os parece si vamos al kebab?
- No, paso... Vamos al kebab.
Y al final decidimos ir al kebab. Segunda noche en Alemania. Segundo kebab.
Turcos e italianos son los únicos que curran en este país, por lo visto, puesto que no había nada más abierto. ¡Y eso que eran las siete de la tarde de un sábado en fiestas! ¡Guau! ¡Que ambientazo!
El resto de la jornada carece de interés: hacer unas fotos, llamar a la familia para así engrosar las arcas de operadores de telefonía tanto nacionales como extranjeros y pasear por el pueblo para bajar la cena.
Risas, más risas y como estamos cansados pronto a dormir, que al día siguiente hay que darle al pedal.
Ambientazo en Fridingen |
ETAPA 2ª
19 de junio, domingo.
Segundo dia de bicicleta.
Fridingen a.d. Donau-Riedlingen. 75 km.
ETAPA 3ª
20 de junio, lunes.
Tercer día de bicicleta.
Riedlingen-Ulm. 68 km.
ETAPA 4ª
21 de junio, martes.
Cuarto día de bicicleta.
Ulm-Dillingen. 768 escalones + 57 km.
ETAPA 5ª
22 de junio, miércoles.
Quinto día de bicicleta.
Dillingen-Stepperg (cerca de Neuburg a.d. Donau). 65 km.
ETAPA 6ª
23 de junio, jueves.
Sexto día de bicicleta.
Stepperg-Bad Gögging (cerca de Neustadt a.d. Donau). 65 km.
ETAPA 7ª
24 de junio, viernes.
Séptimo y último día de bicicleta.
Bad Gögging-Kelheim. 26 km, seis de ellos en barco.
EPÍLOGO
Séptimo y último día de bicicleta.
Bad Gögging-Kelheim. 26 km, seis de ellos en barco.
EPÍLOGO